La hoguera de las vanidades

La hoguera de las vanidades

sábado, 5 de octubre de 2013

Recuerdos

Hace unos años, leí una entrada en el blog de Santi González que me impresionó mucho. Comentaba algo tan inocuo como una entrevista con la hoy fallecida actriz Mariví Bilbao en el diario Deia. En una de las respuestas, Bilbao rememoraba que le impresionó ver en la tele cómo "matan a Kennedy en directo" (sic). Con ese rigor que le caracteriza, González procede a desmontar el recuerdo de la intérprete, señalando punto por punto por qué es harto improbable que tal cosa ocurriera, al menos tal y como ella lo relata.

No he podido evitar recordar el artículo leyendo la entrevista que JotDown ha mantenido con la periodista Carme Chaparro. Allá cada uno con lo que piense de la presentadora de Informativos Telecinco. Pero hay una idea que desliza en una de las respuestas que no ha dejado de sorprenderme. Le preguntan por Luis Fernández, y eso le da pie a contar su ingreso en la cadena:

Entré en Telecinco para trabajar en la delegación de Barcelona en enero de 1997, y fue porque Luis Fernández decidió que Telecinco necesitaba delegaciones propias, no le valía con las imágenes de agencia. Abrió en Madrid, Valencia, Andalucía, País Vasco y Cataluña. Yo estaba una noche en TV3 minutando entrevistas del 30 minuts, un formato americano muy bien hecho, bajé al comedor a cenar algo y me encontré a un productor de informativos al que conocía de vista. Éramos los únicos en el comedor, así que me senté con él. Me preguntó si había hecho directos y le dije que en la tele de Les Corts. Me comentó que Telecinco iba a abrir una delegación, me pidió el currículum y así me contrataron.
Enero de 1997. Bien. Me resulta imposible chequearlo; no tengo acceso a los ficheros del departamento de Recursos Humanos de Mediaset. Pero doy por buenas sus palabras. Es su vida, son sus recuerdos... debe saber de lo que habla. El entrevistador viene a preguntarle por las críticas que recibe Telecinco por sus realities y programas "rosa". Y esto dice Chaparro:

Yo empecé en Telecinco en el último tramo de las Mama Chicho, no sé si llegué a coincidir exactamente con ellas, pero su sombra fue muy alargada. Y eso sí que era muy complicado. Recuerdo que salía con el micro de Telecinco a la calle y todo el mundo me gritaba «¡Mama Chicho, Mama Chicho!». Esto sí que era duro. Lo de ahora es más una leyenda urbana.
Este es el momento en que los ojos se ponen como platos. Repetimos: es su vida, son sus recuerdos... debe saber de lo que habla. Pero dibuja un escenario tan chocante como el de un viaje de Kennedy a Dallas que fuera retransmitido en directo por TVE en 1963.  Podemos ayudar a Carme Chaparro cuando dice que "no sabe si llegó a coincidir exactamente" con las Mama Chicho. No lo hizo. Me atrevería a rematar la frase con un "ni remotamente". El florido conjunto de "vedettes" dejó de existir para la televisión en España en 1993. No se puede decir que la entonces "cadena amiga" las retirara de tapadillo. "Las Mama Chicho han muerto", dijo el consejero delegado y director general, Valerio Lazarov, en una entrevista de Isabel San Sebastián para ABC en octubre de ese año. De octubre de 1993 a enero de 1997 van tres años y cuatro meses. Un tiempo ya prudencial en general, pero equivalente a siglos en la vertiginosa televisión privada española, que en aquellos tiempos era una recién nacida que quemaba etapas a enorme velocidad.

En efecto, España asoció Telecinco con las Mama Chicho durante sus primeros años de vida. (La cadena empezó a emitir en marzo de 1990). Pero, tras el certificado de defunción expedido por Lazarov, el esfuerzo por sacudirse las curvas de las alegres muchachas fue enorme. No dio resultados inmediatos, claro. Pero, en la modesta opinión de quién esto escribe, sí habían cuajado ya a la altura de enero de 1997. "Definitivamente, Cervantes ha desplazado a las Mama Chicho", escribió Cristina Rubio en El Mundo el 27 de noviembre de 1995, dos años después de las palabras del directivo rumano y más de un año antes de que Carme Chaparro cruzara por primera vez la puerta de la delegación de Telecinco en Barcelona. (La frase cervantina iba al hilo del estreno de un espacio cultural que duró cinco ediciones, qué le vamos a hacer)

La Telecinco del curso 1996/97 no tenía ya nada que ver. Los mascarones de proa del cambio que la cadena llevó a cabo para acabar con su mala imagen ya estaban más que asentados. No era el canal de las "Mama Chicho". Era el lugar dónde triunfaba Médico de familia desde hacía casi año y medio. La serie fue estrenada en el otoño del 95. Por esas mismas fechas, la televisión española descubrió el potencial de una nueva franja horaria, el "late night", gracias al revolucionario -si, entonces lo fue- Esta noche cruzamos el Mississippi, de Pepe Navarro. Antes, en verano, se hizo un experimento de fundir humor con crónica rosa, llamado ¡Qué me dices! Cualquier persona interesada en el medio en España recuerda su importancia. ¿Tenían algo que ver las Mama Chicho o el jacuzzi de Jesús Gil con el primer Caiga quien caiga, de Wyoming? Pues cuando Chaparro recorría las calles barcelonesas "alcachofa" del canal en mano, el espacio llevaba más de seis meses en parrilla.

Aquí una parrilla de Telecinco en enero de 1997, a diario, y otra, de fin de semana.

¿Cómo es posible que Chaparro recordara sus inicios como algo ligado a lo que había pasado casi cuatro años antes? ¿Ha convertido en generalidad lo que quizás sólo fue un hecho aislado? ¿Confundió su año de entrada en Telecinco? Son curiosas las pasadas que nos juegan los recuerdos. Misterios sin resolver. Ah, bueno, no... que eso sí que era de los tiempos de las Mama Chicho.

sábado, 14 de septiembre de 2013

La Gracia

http://elpais.com/elpais/2013/09/13/gente/1379077154_452012.HTML




La gracia se tiene o no se tiene. Luz Sánchez-Mellado no la tiene. La periodista está al frente de una columna semanal en El País. Se llama Portera de día, en un guiño difícil de entender para cualquier persona menor de 35 años. Su objetivo es hacer un repaso mordaz a la actualidad de la semana. Es un propósito loable, pero muy alejado de los resultados. Sin embargo, los textos de Mellado son de una gran utilidad periodística. Sirven para demostrar que esta profesión sigue necesitando de chispa a la hora de generar piezas memorables. Una especie de alquimia que permita que lo verdaderamente talentoso se imponga a formulismos y modelos prefabricados.

Lean el enlace de arriba. No le falta detalle. En las umbralianas negritas se apretujan políticos (ay de ellos como sean del PP), comunicadores, artistas y freaks en nómina de Telecinco. Las referencias a temas actuales se cruzan a velocidad endiablada. De Julio Iglesias a Ana Botella, del COI a Sálvame, de Amador Mohedano a la juez Alaya, de los papeles de Bárcenas a las maternidades tardías. Los juegos de palabras se suceden sin cesar. La malicia se hace presente en cada línea. Todo está preparado para divertir al lector. Pero eso nunca sucede.

El análisis satírico de la actualidad es un género dificilísimo. No está al alcance de cualquiera, porque es imposible en él “cubrir el expediente”; no hacerlo como es debido equivale a un ridículo espantoso. Carmen Rigalt lo domina a la perfección en El Mundo. ABC tiene un diamante en bruto en Rosa Belmonte, una de las mejores plumas del periodismo actual, que paga muy caro el pato de no escribir sobre temas de los considerados “serios”. El País anda algo escaso en ese perfil. Durante un tiempo lo desempeñó con dignidad Maruja Torres. Tras una vergonzosa decadencia teñida de atroz sectarismo, su firma ha desaparecido del diario de Prisa. Elvira Lindo parece alejarse un poco de ese estilo que le hizo famosa, aunque lo resucita de vez en cuando. Modelos había dónde mirarse.

No es Sánchez-Mellado una periodista totalmente desechable. Los domingos realiza perfiles de políticos más presentables. No son para tirar cohetes, pero no están escritos con la intención de resultar desternillantes, con lo que cumplen su función de manera infinitamente más eficaz.

Y es que la gracia se tiene o no se tiene. Y Luz Sánchez-Mellado no la tiene.

domingo, 6 de enero de 2013

Extraños vínculos


Ahí tienen la portada del diario La Gaceta, correspondiente al 3 de enero de 2013. Como suele ser habitual en el periódico de Intereconomía, los mayores honores se los lleva un tema “propio”, con fuerte dosis de línea editorial. En este caso, se trata de la supuesta cruzada que el actual rector de la universidad Complutense, José Carrillo, mantendría contra la mera existencia de capillas en los complejos docentes. Como también suele ser habitual en La Gaceta, el despliegue en portada contrasta con una escasa información en páginas interiores.

Lo llamativo es el diseño de la susodicha portada. El dibujo principal une a Jesucristo con la hoz y el martillo. Debajo, algo de texto aporta “chicha” sobre el asunto. Diría que, por su longitud, son dos sumarios, aunque a lo mejor encajan mejor en la categoría de subtítulos. Se me va olvidando el argot del periodismo impreso, para qué engañarles. Pero no nos vayamos por las ramas. Lo importante está a los lados. A la izquierda de la pantalla, el protagonista de la noticia: José Carrillo. A la derecha, su padre, Santiago Carrillo, fallecido en septiembre de 2012. ¿Qué hace un difunto en mi portada? Intentaremos explicarlo, pero es harto complicado.

A todo el mundo se lo dicen en la facultad: aunque tengan 5.000 años, las pirámides de Egipto pueden ser noticia si algún descubrimiento nuevo las pone de actualidad. Aunque choque, lo más grave de la inclusión de Carrillo (Santiago) en una portada hoy día no es que lleve cuatro meses muerto. Es que su relación con la noticia es nula. El único interés que aporta su resurrección gráfica es subrayar su condición de padre del rector. Piensen mal y acertarán: José quiere cerrar las capillas porque lleva el comunismo en las venas. Ni un solo hecho objetivable confirma semejante tesis. De hecho, Santiago Carrillo no es mencionado ni en la portada ni en la noticia de las páginas interiores. Pero ahí está su efigie, traviesa, para que nadie olvide quién es el padre del hijo.

Es posible que José Carrillo sea un pésimo rector de la Complutense. Si así fuera, merece toda la crítica que los medios de comunicación quieran hacerle. La Gaceta, por su parte, está en su pleno derecho de luchar editorialmente por la supervivencia de las capillas universitarias. Me parece una reivindicación justa en una sociedad plural y democrática. Pero se debe hacer con juego limpio. La batalla es contra José Carrillo Menéndez, y en ella nada tiene que decir la memoria del finado Santiago Carrillo Solares.

En líneas generales, el hecho es censurable. Si vamos a lo particular, nos metemos en otro terreno. Es pantanoso, pero interesante. Tanto que, me parece, tendrá protagonismo en artículo aparte. Refiere al interés de cierta derecha –la agrupada en el grupo Intereconomía- y cierta izquierda –sobre todo la que alumbró Público- en mirar permanentemente al retrovisor de 1936. No sé a ustedes, pero cada vez que me asomo a esos tiempos sólo veo espeluzno. Prefiero fijarme en la segunda mitad de los setenta. De hecho, es lo único que anima  seguir mirando de frente la carretera.

sábado, 5 de enero de 2013

Desenfocar


Viernes, 4 de enero de 2013. La cabalgata de Reyes de Madrid, prevista para la tarde siguiente, se encuentra en el ojo del huracán informativo. El motivo es la huelga anunciada por los trabajadores del metro. Afecta a las líneas relacionadas con el recorrido. Además, algunos representantes sindicales afirman que no se respetarán los servicios mínimos. Es el tema del día. Lo reflejan los medios, pero también bares y oficinas. La idea-fuerza viene a ser la siguiente: tengan razón o no en sus reivindicaciones, trabajadores y sindicatos van a repercutirlas en los niños que se dirijan a presenciar la cabalgata. Sin metro, acercarse a las calles que son escenario del recorrido puede ser harto complicado. Se teme el caos. Las tertulias acogen algún que otro defensor de los convocantes. Pero sobrevuela una opinión bastante generalizada: llevar a cabo la huelga de transporte en la tarde del 5 de enero es un desatino.

El Abierto de Hoy por hoy, en la Cadena SER, pasa de puntillas sobre el tema. Sus tertulianos prefieren otros asuntos. A las diez, en esos primeros minutos en los que Gemma Nierga toma las riendas sin terminar de orillar a Pepa Bueno, surge la cabalgata. Albricias. ¿Qué postura editorial va a adoptar la SER? A juicio de quién esto escribe, la peor de todas: moldear la actualidad para que ésta se adecúe a un esquema más agradable para el medio. La noticia no está en la cabalgata de Madrid, a la que suelen acudir unas 700.000 personas. Está en la alternativa popular que tradicionalmente celebra el distrito de Hortaleza. De ella constan asistencias de en torno a las 3.000 almas. Un artículo de Isaac Rosa en eldiario.es sirve de “percha” informativa. Como veremos más adelante, más que una “percha”, la columna es un salvavidas. El autor, colaborador en otro espacio de la cadena, está en directo en los estudios. Así, Rosa, Nierga y Bueno consiguen invertir unos cuantos minutos hablando de Reyes Magos y de cabalgatas. Pero Hortaleza no es más que un punto de partida que permite llegar a destinos más interesantes para Gran Vía 32: ansías privatizadoras de la derecha, recortes sociales, críticas al Ayuntamiento de Madrid, etc.

Está comúnmente aceptado: se marca mucho más la línea editorial en el “qué” que en el “cómo”. La selección de los temas a tratar –que apareja sin remedio una selección paralela de temas “a no tratar”- es lo que establece la verdadera pauta. Pero hasta para eso hay límites. Éticos y estéticos. La lucha de vecinos de Hortaleza se centra en defender su cabalgata popular, que se celebra desde 1979. El Ayuntamiento la ve con malos ojos y quiere imponer una alternativa que sus contrarios tildan de “privatizada”. Pero el tema está lejos de ser actualidad. Colea, por lo menos, desde 2008. Las molestias que la huelga de metro pueda ocasionar de cara a la cabalgata “general” de Madrid están, en cambio, en boca de todos. Es el tema del día. Rabiosa actualidad, diría el tópico.

En la mañana del 4 de enero de 2013, la Cadena SER fue incapaz de poner el foco. Escogió lo anecdótico frente a lo fundamental porque informativamente le ofrecía un panorama menos espinoso para sus (muy legítimos) principios editoriales. Eso se puede llamar de muchas maneras. “Periodismo” no es una de ellas.