La hoguera de las vanidades

La hoguera de las vanidades

domingo, 5 de junio de 2011

El fracaso de un modelo


Mucho se ha escrito esta semana sobre (lo que en la práctica supone) el cierre de Veo7. No es para menos. El fin de la cadena de televisión generalista impulsada por Unidad Editorial no es sólo la historia de su propio fracaso; sino el de un modelo entero.



Aquí no se ha planteado bien el nuevo escenario que se abría con la digitalización de las emisiones televisivas en abierto. En vez de abrir el abanico a las "majors" de Hollywood u otras firmas relacionadas con el entretenimiento, fueron a la caza de las licencias las empresas editoras de prensa. El asunto no es nuevo. La primera concesión de licencias digitales data de 2000. De ella salieron beneficiados conglomerados más o menos próximos al gobierno del Partido Popular, como la propia Unidad Editorial o Vocento. Funcionaron de manera fantasmal entre 2002 y 2005. Los cuatro y medio siguientes lo hicieron a medio gas. Sólo desde hace poco más de un año vivimos en un escenario de teórica igualdad de condiciones. Desde entonces, ya se han producido dos bajas, CNN+ y Veo7. Justo las que más sangría podían provocar en materia de despidos.



Las citadas empresas editoras plantearon sus principales apuestas sobre la base de pequeñas cadenas generalistas. Con presupuestos ínfimos, esperaban poder montar unos servicios informativos y algún programa de tertulia política, con los que poder sustentar algo parecido a un reflejo audiovisual de sus productos en quiosco. Para bien o para mal, sólo un operador, Intereconomía, se ha hecho con la masa crítica de espectadores que podía hacer rentable ese modelo. A partir de ahí, todas las demás sobran.



No hay más que ver qué ha funcionado últimamente en TDT. De entre la maraña de canales surgidos en el último año, dos se han posicionado en un abrir y cerrar de ojos: Divinity y La Sexta 3. El primero ofrece una programación orientada al público femenino, con contenidos de entretenimiento y mucha ficción. Supone una alternativa más que digna a Cosmopolitan, presente en las plataformas de pago. El segundo se ha especializado en cine. Goza de un magnífico “fondo de armario” y puede competir con tranquilidad con ofertas como Canal Hollywood. Es verdad que interrumpen las películas con publicidad –molestia inherente a la tele privada gratuita- pero ofrece casi todos los filmes con subtítulos opcionales, algo que el producto de Chello Multicanal no hace.



No puede estar más claro. Lo que el público demanda en la TDT es contenido específico para nichos definidos. Quiere canales que, en la medida de lo posible, se parezcan a lo que ofrecen las plataformas de pago y no remedos, forzosamente paupérrimos, de las grandes generalistas. Al final, han sido los productos temáticos de las teles tradicionales los que se han llevado –valga la gracia fácil- el gato al agua.



El fin de CNN+ no tiene demasiado que ver con el de Veo7, pero deja una consecuencia parecida. Los que, posiblemente, sean los dos periodistas más influyentes en España desde la Transición, salen seriamente escaldados de su escarceo audiovisual. Su prestigio queda seriamente tocado. No así sus cuentas corrientes, pero eso daría pie a otro análisis, mucho más complejo, de los fallos endémicos de las empresas españolas.



Ellos son Juan Luis Cebrián y Pedro J. Ramírez. Paece que ser un buen director de periódico no implica ser el más indicado para pilotar complejas naves multimedia.



Al menos, algo hemos aprendido.