Ahí tienen la portada del
diario La Gaceta, correspondiente al 3 de enero de 2013. Como suele ser
habitual en el periódico de Intereconomía, los mayores honores se los lleva un
tema “propio”, con fuerte dosis de línea editorial. En este caso, se trata de
la supuesta cruzada que el actual rector de la universidad Complutense, José
Carrillo, mantendría contra la mera existencia de capillas en los complejos
docentes. Como también suele ser habitual en La Gaceta, el despliegue en
portada contrasta con una escasa información en páginas interiores.
Lo llamativo es el diseño de la
susodicha portada. El dibujo principal une a Jesucristo con la hoz y el
martillo. Debajo, algo de texto aporta “chicha” sobre el asunto. Diría que, por
su longitud, son dos sumarios, aunque a lo mejor encajan mejor en la categoría
de subtítulos. Se me va olvidando el argot del periodismo impreso, para qué
engañarles. Pero no nos vayamos por las ramas. Lo importante está a los lados.
A la izquierda de la pantalla, el protagonista de la noticia: José Carrillo. A
la derecha, su padre, Santiago Carrillo, fallecido en septiembre de 2012. ¿Qué
hace un difunto en mi portada? Intentaremos explicarlo, pero es harto
complicado.
A todo el mundo se lo dicen en
la facultad: aunque tengan 5.000 años, las pirámides de Egipto pueden ser
noticia si algún descubrimiento nuevo las pone de actualidad. Aunque choque, lo
más grave de la inclusión de Carrillo (Santiago) en una portada hoy día no es
que lleve cuatro meses muerto. Es que su relación con la noticia es nula. El
único interés que aporta su resurrección gráfica es subrayar su condición de
padre del rector. Piensen mal y acertarán: José quiere cerrar las capillas
porque lleva el comunismo en las venas. Ni un solo hecho objetivable confirma
semejante tesis. De hecho, Santiago Carrillo no es mencionado ni en la portada
ni en la noticia de las páginas interiores. Pero ahí está su efigie, traviesa,
para que nadie olvide quién es el padre del hijo.
Es posible que José Carrillo
sea un pésimo rector de la Complutense. Si así fuera, merece toda la crítica
que los medios de comunicación quieran hacerle. La Gaceta, por su parte, está
en su pleno derecho de luchar editorialmente por la supervivencia de las
capillas universitarias. Me parece una reivindicación justa en una sociedad
plural y democrática. Pero se debe hacer con juego limpio. La batalla es contra
José Carrillo Menéndez, y en ella nada tiene que decir la memoria del finado
Santiago Carrillo Solares.
En líneas generales, el hecho
es censurable. Si vamos a lo particular, nos metemos en otro terreno. Es
pantanoso, pero interesante. Tanto que, me parece, tendrá protagonismo en
artículo aparte. Refiere al interés de cierta derecha –la agrupada en el grupo
Intereconomía- y cierta izquierda –sobre todo la que alumbró Público- en mirar
permanentemente al retrovisor de 1936. No sé a ustedes, pero cada vez que me
asomo a esos tiempos sólo veo espeluzno. Prefiero fijarme en la segunda mitad
de los setenta. De hecho, es lo único que anima
seguir mirando de frente la carretera.